¿Qué dibujas? me contestó: La cara de Dios
Texto tomado del perfil de Benny Govea
Un
día visitando un colegio vi a una niña de seis años concentradísima
dibujando. Le pregunté: "¿Qué dibujas?". Y me contestó: "La cara de
Dios".
¡. ..!
"Nadie sabe cómo es", observé. "Mejor - dijo ella sin dejar de dibujar-,ahora lo sabrán".
Todo niño es un artista.
Porque todo niño cree ciegamente en su propio talento. La razón es que
no tienen ningún miedo a equivocarse... Hasta que el sistema les va
enseñando poco a poco que el error existe y que deben avergonzarse de
él.
Los niños también se equivocan.
Si compara el
dibujo de esa niña con la Capilla Sixtina, desde luego que sí, pero si
la deja dibujar a Dios a su manera, esa niña seguirá intentándolo. El
único error en un colegio es penalizar el riesgo creativo.
Los exámenes hacen exactamente eso.
No estoy en contra de los exámenes, pero sí de convertirlos en el
centro del sistema educativo y a las notas en su única finalidad. La
niña que dibujaba nos dio una lección: si no estás preparado para
equivocarte, nunca acertarás, sólo copiarás. No serás original.
¿Se puede medir la inteligencia?
La pregunta no es cuánta inteligencia, sino qué clase de inteligencia
tienes. La educación debería ayudarnos a todos a encontrar la nuestra y
no limitarse a encauzarnos hacia el mismo tipo de talento.
¿Cuál es ese tipo de talento?
Nuestro sistema educativo fue concebido para satisfacer las necesidades
de la industrialización: talento sólo para ser mano de obra
disciplinada con preparación técnica jerarquizada en distintos grados y
funcionarios para servir al Estado moderno.
La mano de obra aún es necesaria.
¡Pero la industrialización ya no existe! Estamos en otro modo de
producción con otros requerimientos, otras jerarquías. Ya no necesitamos
millones de obreros y técnicos con idénticas aptitudes, pero nuestro
sistema los sigue formando. Así aumenta el paro.
Pero se nos repite: ¡innovación!
La piden los mismos que la penalizan en sus organizaciones,
universidades y colegios. Hemos estigmatizado el riesgo y el error y, en
cambio, incentivamos la pasividad, el conformismo y la repetición
No hay nada más pasivo que una clase.
¿Es usted profesor, verdad? Las clases son pasivas porque los
incentivos para estar calladito y tomar apuntes que repetirá son mayores
que los de arriesgarse a participar y tal vez meter la pata. Así que,
tras 20 años de educación en cinco niveles que consisten en formarnos
para unas fábricas y oficinas que ya no existen, nadie es innovador.
¿Cuáles son las consecuencias?
Que la mayoría de los ciudadanos malgastan su vida haciendo cosas que
no les interesan realmente, pero que creen que deben hacer para ser
productivos y aceptados. Sólo una pequeña minoría es feliz con su
trabajo, y suelen ser quienes desafiaron la imposición de mediocridad
del sistema.
Tipos con suerte...
Son quienes se negaron a asumir el gran error anticreativo: creer que sólo unos pocos superdotados tienen talento.
"Sé humilde: acepta que no te tocó".
¡Falso! ¡Todos somos superdotados en algo! Se trata de descubrir en
qué. Esa debería ser la principal función de la educación. Hoy, en
cambio, está enfocada a clonar estudiantes. Y debería hacer lo
contrario: descubrir qué es único en cada uno de ellos.
¿La creatividad no viene en los genes?
Es puro método. Se aprende a ser creativo como se aprende a leer. Se
puede aprender creatividad incluso después de que el sistema nos la haya
hecho desaprender.
Por ejemplo...
Soy de Liverpool y
conozco el instituto donde recibieron clases de música mi amigo sir
Paul McCartney y George Harrison... ¡Dios mío! ¡Ese profesor de música
tenía en su clase al 50 por ciento de los Beatles!
Y...
Nada. Absolutamente nada. McCartney me ha explicado que el tipo les
ponía un disco de música clásica y se iba a fumar al pasillo.
A pesar del colegio, fueron genios.
A Elvis Presley no lo admitieron en el club de canto de su cole porque
"desafinaba". A mí, en cambio, un poliomielítico, me admitieron en el
consejo del Royal Ballet...
Ahí, sir, acertaron de pleno.
Allí conocí a alguien que había sido un fracaso escolar de ocho años. Incapaz de estar sentada oyendo una explicación.
¿Una niña hiperactiva?
Aún no se había inventado eso, pero ya se habían inventado los
psicólogos, así que la llevaron a uno. Y era bueno: habló con ella a
solas cinco minutos; le dejó la radio puesta y fue a buscar a la madre a
la sala de espera; juntos espiaron lo que hacía la niña sola en el
despacho y... ¡estaba bailando!
Pensando con los pies.
Es lo que le dijo el psicólogo a la madre y así empezó una carrera que
llevó a esa niña, Gillian Lynne, al Royal Ballet; a fundar su compañía y
a crear la coreografía de Cats o El fantasma de la ópera con Lloyd
Webber.
Si hubiera hecho caso a sus notas, hoy sería una frustrada.
Sir Ken Robinson
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